El primer mes del 2016 está por terminar y ya nos queda claro que hemos heredado mucho del caos e incertidumbre del 2015.
Durante los pasados doce meses, hubo conflictos que desestabilizaron a varias regiones, la economía global se vio en peligro de estancamiento, y electores acudieron a las urnas y sacudieron paradigmas muy arraigados. En cada una de estas tendencias, Latinoamérica no fue la excepción. En 2016, los resultados de estos eventos se harán evidentes, mientras que líderes tratan de resolver conflictos tanto nuevos como viejos y de reorientar la economía de sus países bajo nuevas realidades.
Las noticias del año pasado estuvieron repletas de historias trágicas: el sangriento conflicto en Siria, los ataques terroristas que fueron desde California a París y Beirut, y la agobiante crisis de Ucrania contra los separatistas apoyados por Rusia. Y más cercano a casa, escuchamos de la violencia causada por las drogas y pandillas que ha transformado a Honduras, El Salvador, y Venezuela en unos de los lugares más peligrosos del mundo. Sin embargo, hay algunas buenas noticias como la continua disminución en las tasas de homicidios en Guatemala y Colombia. De igual forma, el acuerdo de paz de Colombia con las FARC se completará en marzo, y con ello ojalá termine la insurgencia de mayor duración en el hemisferio.
La desaceleración de la economía global es un gran obstáculo en todas estas situaciones. El fin del súper-ciclo de las commodities (materias primas) en Latinoamérica y el colapso de los precios del petróleo (el barril de crudo cayó por debajo de $30 dólares este mes) están causando estragos. Para los mercados, estos bajos precios están generando una volatilidad y un estimado de $400 mil millones de dólares en recortes de inversión o retrasos para las empresas petroleras y gasíferas. Igualmente, para países tales como Venezuela, Brasil, y Argentina con una fuerte dependencia de los altos precios de las commodities, la pérdida de estos ingresos es muy perjudicial.
Aun así, la creciente presión también está ayudando a sacudir dinámicas políticas obsoletas. Al combinarla con el disgusto hacia la corrupción y un débil estado de derecho, los votantes latinoamericanos han tomado acciones que difieren radicalmente de lo que se ha hecho en el pasado. Los procesos judiciales de destitución de la Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se han puesto en marcha, los guatemaltecos arrestaron a su Presidente en turno por cargos de corrupción, los argentinos se deshicieron del legado Kirchner y eligieron al Presidente Mauricio Macri, y los venezolanos castigaron al Chavismo al elegir a una mayoría de legisladores de la oposición.
En México, también están presentes estas fuerzas económicas y políticas, pero el gran problema en el país sigue siendo la falta de estado de derecho. En una columna que escribí en marzo pasado, comenté que el 2015 debería de ser el año del estado de derecho en México, pero hasta la fecha hay poco avance. Aún no hay señales de los cuarenta y tres estudiantes de Ayotzinapa que desaparecieron en septiembre de 2014, la corrupción y alegaciones de conflictos de intereses siguen persiguiendo a la administración de Peña Nieto, y el verano pasado, Joaquín “El Chapo” Guzmán, el dirigente del Cartel de Sinaloa, escapó de una de las prisiones de más alta seguridad del país por medio de un túnel y una motocicleta, y durante su tiempo como fugitivo se tomó la libertad de reunirse con los actores Sean Penn y Kate del Castillo y ofrecerles tacos y tequila en su escondite en algún lugar de México.
A pesar de todo esto, aún no debemos perder la esperanza. Hay indicios de que México empieza el año con el pie derecho. El Chapo fue reaprendido y se encuentra nuevamente en prisión y esta vez se enfrenta a la extradición hacia los Estados Unidos. En el frente energético, la última licitación no sólo fue transparente sino también muy exitosa, con una tasa del 100 por ciento en la colocación de veinticinco yacimientos. Mientras tanto, la economía del país le está siguiendo el paso a una leve recuperación de Estados Unidos, y se espera que tenga un crecimiento constante de 2.6 por ciento para el 2016 y más de 3 por ciento en los años siguientes. No obstante, vale la pena volver a exponer que sin un progreso en el fortalecimiento del estado de derecho en México, estos éxitos se estarían dando en un terreno inestable.
En Estados Unidos, la historia de este año será la elección presidencial de noviembre. Con este fondo, las discusiones sobre los acontecimientos en Latinoamérica posiblemente serán opacadas por los temas de seguridad nacional e internacional de Estados Unidos—aunque algunos temas candentes tales como nuestra apertura diplomática con Cuba y la inmigración de niños centroamericanos sin acompañante, podrían surgir de vez en cuando. Pero sólo porque los temas regionales no sean el tema principal de los debates, no significa que no son importantes y la relación con Latinoamérica seguirá siendo fundamental tanto para los funcionarios actuales, como para quien sea que gane la presidencia.
Cada año nuevo trae sorpresas, validando algunas predicciones mientras que al mismo tiempo demuestra lo mucho que éstas pueden equivocarse. Sin embargo, con los políticos de Latinoamérica lidiando con problemas viejos y nuevos, frente a un electorado que cada vez demanda más de sus líderes, creo que se vale decir que será un año retador.
Como siempre, me encantaría escuchar qué temas les interesan en este 2016. Por favor no duden en contactarme a través de Facebook, Twitter, o LinkedIn.
Editor’s Note: The above guest column first appeared on Tony Garza’s website. Click here to read the original post.